viernes, 18 de marzo de 2016

Quinta Clase

POTENCIA Y CLASIFICACIÓN GENERAL DE LAS POTENCIAS APETITIVAS
En sus orígenes más remotos, antes de Cristo, la educación Occidental estuvo restringida al ámbito familiar. Los conocimientos eran mayormente rudimentarios de carácter práctico. El encargado de transmitir dichos conocimientos era el padre de familia, y lo hacía mediante leyendas, mitos, educación religiosa, cómo sobrevivir en la vida cotidiana, etc.
Con el tiempo, en Grecia aparece la figura del maestro, quién se dedicaba a enseñar a cambio de una remuneración (materias que enseñaban: gramática, aritmética, literatura, geometría, etc.). Había dos clases de maestros ambulantes: Los Sofistas que no tenían interés por difundir la verdad, sino obtener beneficios prácticos como persuadir al otro para su beneficio; y los Filósofos que deseaban saber por amor a la sabiduría.
Luego se crean escuelas o centros de formación orientados hacia un determinado saber. Por ejemplo La academia filosófica de Platón en Atenas, la cual buscaba el saber por sí mismo; o como también el Liceo de Aristóteles.
LA UNIVERSIDAD: NATURALEZA Y FINES
Conceptos de Universidad:
Definición real: Comunidad de profesores y alumnos que se consagran al cultivo de la verdad mediante la investigación, la docencia y los diversos servicios que brinda.
Aspectos de la universidad:
Primer aspecto: Es una expresión concreta de la tendencia natural del hombre a la vida social. Teniendo en cuenta la extrema carencia con la que el ser humano llega al mundo, necesita de los demás para proveerse material y espiritualmente. También es claro que no puede alcanzar el estado de perfección por sí solo.
Segundo aspecto: Sus integrantes son docentes y alumnos. Se distinguen según el aporte que cada uno puede ofrecer a ese objetivo en común: los maestros transmitiendo conocimientos y experiencias, y los alumnos dedicándose al estudio y haciendo críticas a la clase. Si alguna de estas dos partes faltara, no habría Universidad.
ACTO y POTENCIA
Doctrina metafísica de Aristóteles, según la cual todas las cosas materiales se componen de dos maneras del ser, que son el acto (enérgeia) y la potencia (dýnamis). El acto, es la actualidad de una cosa o de un ente y significa realización y perfección, mientras que la potencia es pura posibilidad de ser algo. En las cosas materiales, la materia es la potencia y la forma, el acto  y el compuesto de materia y forma es también un compuesto de potencia y acto. Con la concepción de la sustancia material como un compuesto de materia y forma, o de potencia y acto, explica Aristóteles no sólo la composición interna de las cosas materiales, sino también el problema del devenir o del cambio.
Lo que cambia pasa de la potencia de ser algo al acto de serlo, de tal manera que la potencia no debe entenderse como si fuera la nada o el no-ser, sino una sustancia precedente que, respecto de la posterior es su potencia.
NOCIÓN Y CLASIFICACIÓN GENERAL DE LAS FACULTADES AFECTIVAS
Observase generalmente en los tratados de filosofía, al hablar de las facultades o potencias afectivas del hombre, una confusión análoga a la que hemos indicado con respecto a las facultades de conocimiento. Así como al tratar de éstas, vemos a muchos filósofos prescindir de la línea divisoria primitiva y esencial que existe entre el orden sensible y el orden intelectual, así también los vemos hablar de voluntad, de actividad libre y espontánea, de instintos, de deseos, de sentimientos y pasiones, sin separar y distinguir de una manera rigurosa y precisa lo que pertenece al orden sensible de lo que pertenece al orden puramente intelectual; de aquí lo contradicción en sus opiniones, y sobre todo la lastimosa confusión e inexactitud de ideas que se revelan en su doctrina y clasificación de estas facultades.
Como base lógica y científica de una teoría racional sobre la naturaleza y funciones de esta clase de facultades, expondremos con la posible brevedad la noción y clasificación general de las facultades afectivas o apetitivas, en las siguientes observaciones.
1ª La experiencia interna nos enseña que cuando percibimos o conocemos algún objeto como bueno o conveniente para nosotros, este conocimiento excita en nuestro interior una especie de tendencia o movimiento de inclinación hacia dicho objeto, y que por el contrario, resulta un movimiento de aversión o apartamiento, cuando aprendemos o conocemos algún objeto como contrario o malo Luego es preciso admitir dos clases o especies de facultades afectivas o apetitivas, o sea una facultad afectiva perteneciente al orden sensible, y otra facultad afectiva perteneciente al orden intelectual puro. A la primera llamaban los Escolásticos con bastante propiedad apetito sensitivo; la segunda es la voluntad o sea el apetito racional.
3ª La razón y la experiencia demuestran de consuno la existencia de esta doble facultad afectiva. Es innegable que los brutos se hallan sujetos a pasiones o movimientos afectivos, puesto que experimentan, a no dudarlo, las pasiones o afecciones de amor, de deseo, de ira, de temor. Hallándose, pues, en el hombre todas las manifestaciones de la sensibilidad que se hallan en los brutos, claro es que éste se halla sujeto a pasiones o afecciones análogas a las que hemos señalado u observamos en los brutos, afecciones que son como el resultado natural y espontáneo del conocimiento sensible,  o sea del ejercicio de las facultades cognoscitivas de la sensibilidad en orden a sus objetos propios que son las cosas materiales, sensibles y singulares.
4ª Sin embargo, así como la imaginación y la memoria, sin dejar de pertenecer al orden sensible, alcanzan en el hombre un poder y perfección que no tienen en los brutos, a causa de su afinidad cosmológica y psicológica con las facultades intelectuales, y sobre todo por la influencia que la razón y la voluntad ejercen sobre ellos, así también el apetito sensitivo o sea la facultad sensible afectiva, se hace capaz de producir y produce manifestaciones, superiores a las que se hallan en los brutos, a causa o en virtud del imperio e influjo de la voluntad y de la razón sobre dicho apetito sensitivo, al cual, por este motivo, llama santo Tomás con mucha exactitud filosófica racional por participación, rationalis per participationem. Esto explica por qué en la sensibilidad afectiva del hombre observamos mayor número y mayor perfección de actos o movimientos afectivos.
5ª Luego toda filosofía cristiana, y toda filosofía que no quiera verse obligada por la fuerza de la lógica a admitir las tendencias y conclusiones del sensualismo, debe fundar y establecer la teoría de las facultades afectivas del hombre, sobre las siguientes bases:
1ª En el hombre existen dos facultades afectivas esencialmente distintas, una que pertenece al orden sensible, en la cual conviene, en cuanto a la sustancia o al fondo, con los brutos; y otra perteneciente al orden intelectual, y por lo mismo propia y peculiar al hombre: la primera puede llamarse sensibilidad afectiva para distinguirla de la perceptiva o de conocimiento, y acaso mejor, con los Escolásticos, apetito sensitivo: la segunda es la voluntad, que los antiguos apellidaban también apetito racional.
2ª Las afecciones pertenecientes al orden intelectual, o sea los actos y movimientos afectivos de la voluntad, son esencialmente distintos de las afecciones pertenecientes a la sensibilidad, como son esencialmente distintos también el conocimiento intelectual y el conocimiento sensible que dan origen respectivamente a esos actos o afecciones.
3ª La sensibilidad afectiva del hombre, en virtud de su afinidad cosmológica y psicológica con la razón y la voluntad, y especialmente en virtud de la influencia que estas dos potencias superiores ejercen sobre ella y sus manifestaciones, puede producir o dar origen a movimientos y afecciones que, aunque sensibles en sí mismas y por parte de su principio propio e inmediato, que son las facultades del orden sensible, participan al propio tiempo alguna perfección y modo de ser de las facultades intelectuales o superiores, de manera que semejantes afecciones pudieran apellidarse mixtas de sensibles y racionales, porque no son ni puramente sensibles, ni puramente intelectuales.
EL APETITO SENSITIVO O LA SENSIBILIDAD AFECTIVA
Observaciones previas.
1ª El apetito sensitivo es el principio de los movimientos afectivos de la sensibilidad, que se llaman pasiones en el lenguaje filosófico. Porque aquí no se toman las pasiones por el movimiento desordenado o deseo intenso y vehemente de alguna cosa, como lo toman muchos modernos, sino por el movimiento natural y espontáneo de la sensibilidad afectiva hacia alguna cosa, percibida como buena o mala, conveniente o contraria. 
2ª Las pasiones del hombre y del bruto convienen en el fondo, en cuanto que en el uno y en el otro existen afecciones varias o movimientos afectivos de la sensibilidad que envuelven inclinación o aversión hacia objetos sensibles. Empero existen al propio tiempo notables diferencias entre unas y otras, de las cuales son las principales las siguientes:  las pasiones en los brutos son los movimientos afectivos consiguientes al conocimiento puramente sensible: en el hombre son determinadas y van acompañadas con frecuencia del conocimiento intelectual que percibe el objeto de la pasión, percibido al propio tiempo o previamente por la imaginación u otros sentidos; es decir, que los movimientos  afectivos o pasiones, en el hombre suponen un conocimiento más perfecto del objeto a que se refieren, ya por la influencia que el entendimiento ejerce sobre la imaginación y demás sentidos internos, ya porque todo objeto percibido por las facultades sensibles puede ser conocido simultáneamente y con mayor perfección por el entendimiento puro. De aquí resulta la  diferencia, a saber: que las pasiones en el hombre son más numerosas, más complejas y más elevadas que la de los brutos; pues es consiguiente y lógico que la multiplicidad y elevación de conocimiento que en el hombre da origen y determina las afecciones de la sensibilidad, produzca en ésta manifestaciones más numerosas y complejas que las que resultarían del conocimiento puramente sensitivo. 
3ª En atención a lo que dejamos expuesto, podremos decir que el apetito sensitivo es la facultad o fuerza afectiva sensible, mediante la cual nos movemos interiormente en orden al bien o mal sensible, previo a su conocimiento, o por los sentidos solos, o por éstos y por el entendimiento a la vez. Las últimas palabras convienen al apetito sensitivo en el hombre solamente; las restantes convienen a la sensibilidad afectiva,  o sea al apetito sensitivo en cuanto es común al hombre y los brutos.
4ª El bien y el mal, que son objeto del apetito sensitivo, pueden ofrecerse a éste, o simplemente bajo la razón de bien o de mal, o bajo la razón de bien y mal difíciles de conseguir o de evitar. De aquí la división que hacían los Escolásticos del apetito sensitivo, en apetito concupiscible y apetito irascible. El primero dice relación al bien o mal sensibles en sí mismos, secundum se, y prescindiendo de la dificultad de alcanzarlo o evitarlo: el segundo se refiere a los bienes o males en cuanto van acompañados de dificultad, sub ratione ardui.
PASIONES DEL APETITO IRASCIBLE.
LAS PASIONES PRINCIPALES DEL APETITO IRASCIBLE.
La esperanza, que tal vez sería mejor llamar confianza (fiducia), reservando el primer nombre para el acto análogo de la voluntad, viene a ser una afección mediante la cual el sujeto se pone el relación y como en contacto con algún bien futuro y difícil de conseguir.
La audacia, o animosidad, puede decirse que es la erección y como insurrección del ánimo para superar y vencer un mal grave. La audacia siempre se refiere a algún mal grave, al menos relativamente; porque los males leves o considerados como tales, no excitan ni levantan la energía y [265] fuerzas del alma, como se verifica en la audacia, a consecuencia de la percepción o aprehensión de algún mal grave que amenaza.
La ira es el movimiento del ánimo contra el mal presente, o sea para rechazar el mal recibido o el daño inferido. Así como la audacia se refiere a un mal que amenaza, pero que no ha sobrevenido aún, así la ira se refiere al mal o daño en cuanto inferido ya y presente en el sujeto. De esta pasión, como de la más aparente y visible, toma su nombre el apetito irascible. A la esperanza y la audacia corresponden en sentido contrario la desesperación y el temor.

LOS TEMPERAMENTOS
La experiencia y la observación demuestran claramente que las pasiones que acabamos de enumerar y describir, no se manifiestan en todos los hombres con la misma facilidad ni con el mimo grado de energía. La causa principal de esta variedad encuéntrase en la variedad de complexión o temperamento que domina en cada individuo, determinando en éste una propensión mayor o menor a ciertos movimientos de la sensibilidad afectiva.
Los temperamentos cuyo predominio relativo se considera como la razón suficiente de esta variedad de predisposiciones naturales a determinadas pasiones, suelen reducirse a cuatro, que son: el linfático o flemático, el melancólico, el sanguíneo y el bilioso o colérico
DE LAS FACULTADES SUPERIORES DE CONOCIMIENTO
O SEA DE LA INTELIGENCIA
El alma humana, como decía san Agustín y confirma la experiencia, percibe primero por medio de los sentidos los fenómenos que nos ofrece el mundo externo, y después investiga sus causas por medio de la razón . Después de haber tratado de las diferentes manifestaciones de la sensibilidad en el hombre, conviene tratar de sus facultades superiores o intelectuales, que son el entendimiento y la voluntad. Aquí trataremos solamente del primero, reservando para la Moral lo perteneciente a la segunda, a causa de las relaciones íntimas que entre la voluntad y la Ética existen.

 DE LA INTELIGENCIA O ENTENDIMIENTO EN GENERAL
1ª Puede definirse el entendimiento del hombre: una facultad o fuerza vital innata, por medio de la cual el alma humana puede conocer las cosas insensibles y espirituales, y las sensibles y materiales por medio de ideas universales. Dícese fuerza vital e innata, para distinguir y separar el entendimiento de los hábitos adquiridos o infusos, naturales o sobrenaturales, como la ciencia, el lumen gloriae de los que ven a Dios, la fe teológica, los cuales, aunque perfeccionan y ensanchan la actividad intelectual, no son fuerzas vitales ni innatas del alma. Las demás palabras sirven para señalar la distinción esencial, absoluta y primitiva, y la superioridad inmensa del entendimiento con respecto a la sensibilidad; pues mientras esta sólo percibe objetos materiales y sensibles, y esto bajo la forma de singularidad, el entendimiento percibe estos mismos objetos bajo la forma de universalidad, y además extiende su acción a objetos insensibles y puramente espirituales.
Esta facultad intelectual que acabamos de definir, recibe los nombres de inteligencia, entendimiento, razón, nombres que en el lenguaje ordinario se toman como sinónimos, y que nosotros también usaremos como tales. A pesar de esta sinonimia, que pudiéramos llamar vulgar, la significación filosófica de estas tres palabras no es completamente idéntica. Importa mucho conocer con exactitud la diferente significación filosófica de estos nombres, sobre la cual vamos a emitir algunas observaciones que contribuirán poderosamente para formar ideas exactas y elevadas sobre la naturaleza íntima de la facultad intelectual.
 La inteligencia, además de la acepción usual y vulgar, según la cual se identifica con entendimiento, comprende las dos significaciones siguientes: el acto segundo, operación o ejercicio actual del entendimiento, en el sentido de que inteligencia equivale a intelección o acción de entender:  el hábito o facultad de los primeros principios.
Con presencia de estas indicaciones y observaciones, no es difícil señalar la razón suficiente y filosófica, y el fundamento racional de la doble denominación que atribuimos a nuestra facultad intelectual. En cuanto que esta facultad ejerce las funciones de percibir simplemente los objetos, y de formar  juicios inmediatos, o sea conocer las verdades de evidencia inmediata, recibe la denominación de entendimiento o de inteligencia. La misma facultad, en cuanto compara y combina por medio del raciocinio varias ideas o juicios para descubrir la verdad, lo cual hace discurriendo o moviéndose de una idea a otra, de un juicio a otro, recibe con justicia el nombre de razón.
Esta sencilla teoría sobre la distinción y relaciones que entre el entendimiento y la razón existen, contiene las bases fundamentales para una teoría general y filosófica de la razón humana. Para convencerse de ello bastará poner de manifiesto algunas de las deducciones y aplicaciones científicas a que se presta. Porque; en efecto, de ella se desprende,
Que el entendimiento y la razón no son dos facultades o potencias distintas, sino más bien dos funciones, dos oficios, dos manifestaciones o fases de una misma facultad intelectual.
El entendimiento por comparación a los sentidos, o superioridad del entendimiento respecto de la sensibilidad
El problema relativo a la distinción y diferencia entre el entendimiento y las facultades sensibles es, sin duda, uno de los más trascendentales de toda la filosofía. El sensualismo, el materialismo, la inmortalidad del alma, la vida futura, la libertad humana y consiguientemente todos los problemas fundamentales de la moral y de la religión, se hallan en relación más o menos inmediata y directa con este problema psicológico.

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